Jenny cumpliría catorce años hoy. Su color favorito era el verde y detestaba las pasas. Estaba enamorada en secreto de Gonzalo Lambert, un chico muy guapo de pelo negro que era el abanderado de la escolta de su colegio.
Jenny era muy soñadora, alegre, diferente… imán para las bromas pesadas de los tontos de su salón, que se burlaban de ella por llevar a clases a su osito de peluche favorito.
Jenny cumpliría catorce años hoy, si no fuera porque está muerta.
Vero
—Lo siento, Jenny, sé que habíamos quedado en almorzar en tu casa y avanzar con la tarea de matemática, pero es que…
—¿Benji?
—¡Shhh, no digas su nombre tan fuerte! Pero sí, me ha dicho para ir al cine luego del colegio.
—¿No te parece algo mayor? —le preguntó Jenny a Vero, agachando la mirada, triste de tener que hacer la tarea de matemáticas sola.
La campana sonó con fuerza. La hora de recreo había terminado y tenía que volver a clases.
—Pues, solo tiene dieciocho. Lo conocí por Instagram. Además, solo vamos a ir al cine, no a darnos besos como mapaches.
—Los mapaches no se dan besos, tonta —rió Jenny, abrazando a Mequetrefe, su osito de peluche favorito, por el que siempre la molestaban, pero con el que no se sentía sola cuando le tocaba llevar alguna clase sin Vero, quien era su única amiga.
Gonzalo
—¡Lo siento! No te vi, mil perdones —le dijo Gonzalo a Jenny, mientras la ayudaba a recoger sus cosas.
Gonzalo había salido bufando como un toro luego de clases, sin mirar ni siquiera por dónde pisaba. Odiaba ser el centro de atención de la profesora Herrera, que dictaba el curso de Física de la forma más aburrida posible. Y siempre obligaba a Gonzalo a salir a la pizarra. Las notas de Gonzalo no iban bien, pero necesitaba mantener un buen promedio para seguir siendo parte del equipo de fútbol. Era su último año en la escuela, pero, a diferencia de sus demás compañeros, no todo le daba igual; seguir siendo el abanderado de la escolta y el capitán del equipo eran dos cosas muy importantes para él.
—No te preocupes, yo también iba bastante distraída —contestó Jenny, mirando hacia los lados, intentando volver a ubicar a Vero.
Gonzalo miró a los ojos celestes de Jenny, ruborizándola por completo. Su piel, que era bastante blanca, se puso roja como un tomate.
—¿Te pasa algo? —preguntó Gonzalo con una sonrisa, al ver el gesto Jenny, que le parecía bastante tierno.
Jenny tragó saliva. Jamás imaginó conocer a Gonzalo en estas circunstancias. Era su amor platónico. No pensó, siquiera, que en algún momento tendrían oportunidad de cruzar palabra y, mucho menos, que podría arrancarle una sonrisa con su mirada.
—Vero… mi mejor amiga, hoy iba a salir con un chico. Yo quise acompañarla, me quedé en una esquina para ver cuando Benji pasara por ella. Pero fue muy extraño y estoy algo asustada…
—¿Qué pasó? —preguntó Gonzalo con extrañeza.
—Benji debería tener dieciocho años, pero llegó un hombre mucho mayor. Justo en ese momento nos chocamos y al volver a mirar, ya no estaban…
—¿Cuál es tu nombre? —preguntó Gonzalo, terminando de ayudar a Jenny a recoger sus cosas.
—Jenny.
—Gonzalo.
—¿Quiere que te ayude a buscar a tu amiga?
Jenny cumpliría catorce años hoy. Pero ayer fue brutalmente asesinada. Esa fue la última vez que sus compañeros de colegio la vieron.