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El siete de julio cumplí treinta y cinco años. Es curioso, porque, aunque suene trillado, realmente pensé que tardaría más. Sí, lo sé, han pasado más de tres décadas, pero nunca pedí ser mayor. Mi cuerpo ya no se siente igual y estoy experimentando dolores en zonas que pensé que ni siquiera existían. Dicen que la edad es un número y, bueno, ese número no me gusta tanto, pero sí las mejoras que la experiencia y el tiempo han hecho en mí.

No sé si les ha pasado, pero los años me han vuelto más sensible (extremadamente más sensible en algunos casos). Aunque pensé que con el tiempo me haría de piedra, creo que hoy en día es más fácil lastimarme que antes; o quizá simplemente me permito sentir más. Creo ser más auténtico y selectivo. No siempre escojo mis batallas, pero al menos creo que sí con quién librarlas.

El tiempo ya no es relativo para mí. Un día divertido pasa en un segundo. ¿Y eso no está bien? La verdad: sí. Pero mi sentido reflexivo va más allá. Cuando eres niño, en la gran mayoría de casos, dependes de tus padres para obtener algo. Por ejemplo, quieres ir al parque; si por alguna razón no pueden llevarte ese día, tendrás que quedarte mirando por la ventana, a esperar ese tan ansiado instante que sí ponga sobre tus pies un gras reconfortante. Pero ahora las reglas los pones tú. ¿Quieres ir al cine? Ok, el dinero es el limitante, pero si te lo puedes permitir, vas y se acabó. La espera se ha vuelto una sensación casi obsoleta. Un adulto está acostumbrado a que todo le cueste dinero, pero no comprende que lo que verdaderamente paga es tiempo.

Quiero invertir mi tiempo como lo que verdaderamente es: mi recurso más preciado. Y para eso, es importante decir no en muchas ocasiones, sin miedo a que pueda decepcionar a otros. ¿Eso no es egoísta? No, definitivamente no. Una cosa es hacer un esfuerzo por una persona que consideres importante, pero no podrías mantener ese ritmo. El equilibrio es clave. Es aprender a conocerse, a saber, qué actividades nos llenan y cuáles son nuestros límites. Ojo con esa palabra: “límites”. Uno mismo se los pone, y deben respetarse siempre.

Hace unos días vi el video de la pedida de mano de mis tíos. En aquel entonces tenía cinco años y era un niño extremadamente parlanchín e inquieto. Posiblemente algunos extrañarán esa faceta elocuente mía, que venía acompañada de una excesiva demostración de cariño: no me temblaba la mano para dar un abrazo ni para decirle a alguien que lo quería. Posiblemente otros preferirán mi versión actual, más reservada e incluso parca.

Lo importante es reconocer que, con los años, uno va construyendo su personalidad, y la versión del presente siempre será la mejor, la que marque la hora. El tiempo pasa y nos cambia. Y mientras seamos fieles a nuestros principios, esa nueva versión, aunque puede no contentar a todos, será la más perfecta y refinada de uno mismo.

El siete de julio cumplí treinta y cinco años. Y me siento contento con la versión que soy ahora: imperfecta, pero más fiel a mí, como si con los años hubiera aprendido a abrazarme, a quererme, pero, sobre todo, a apoyarme; a ser crítico, pero no tirano. A seguir siendo un soñador, pero con los pies ligeramente sobre la tierra, como para regresar si es que hace falta.

Siempre me ha preocupado el qué dirán y he hecho muchas cosas por intentar agradarle a los demás. Tuvieron que pasar muchos años para liberarme de esa prisión y sentirme contento con pocos, pero maravillosos amigos. No necesito agradarles a todos, pero sí a los que realmente me importan.

El tiempo es lo que más vale para mí. Y quiero vivir los años que me queden intentando que cada día tenga algo que me sorprenda, porque, finalmente, depende de uno hacer que las cosas bonitas sucedan. La suerte es solo una casualidad coqueta, pero no le sirve de nada a alguien que no tiene el corazón listo para ser feliz.

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Un comentario

  1. Hijito leerte ha sido un regalo para el Alma, que bendicion tan grande es Verte crecer no solo en años ,si no tambien en sabiduria y corazón. En tus palabras senti al hombre que eres hoy , reflexivo, valiente, generoso y lleno de Luz. Me siento orgullosa de ti no solo por lo que logras, si no por como vives ,como amas , y como compartes con los demas. Sigue escribiendo hijito bello ,sigue sumando , sigue siendo tu ,porque El Mundo necesitan hombres como tu y yo tengo la dicha de ser tu mama, te amo mucho hijito.🥰❤️

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