No dejaba de pensar en ella. Una mezcla de lo que pudo pasar y lo que verdaderamente sucedió armaban un debate en su cabeza. ¿Se arrepentía? La pregunta era muy ambigua, tenía que ser mejor estructurada. ¿Se arrepentía de no haberla besado? Muy bien, ahora sí era clara. Pero no se atrevía a responderla. Se sentía culpable tan solo de cuestionárselo.
Manuel conoció a Clara en una cafetería. El lugar quedaba cerca a su casa, solía ir en la mañana antes de empezar a trabajar y ella siempre lo atendía con una sonrisa. En un inicio eran solo conversaciones casuales, pero las miradas se iban volviendo cada vez más cómplices. Manuel le pidió su teléfono y empezaron a hablar a diario. Ya no se veían exclusivamente en la cafetería, iban encontrando un espacio diferente para continuar sus largas pláticas. Tenían mucho en común, pero Manuel estaba casado y Clara lo sabía.
¿Crisis matrimonial? Parecía ser la excusa perfecta, como la licencia para matar de los agentes secretos. ¿Sería esa la justificación para disparar en la cabeza y no sentir culpa? ¿Valía tanto lo que sentía por Clara para tirar a la borda su vida con Tatiana? «Cuando hay muchas preguntas, a veces es mejor no contestar ninguna», se decía así mismo Manuel para apaciguar sus ansias. Clara lo hacía sentir importante, y era justamente lo que él necesitaba, mientras que “rutina” sería el mejor cumplido para su relación actual, la palabra más amable y a la vez cierta para definir fielmente su desgastada relación. De un momento al otro, sin notificación, algo en la mirada de Tatiana lo hacía sentir roto, aunque no se lo decía, Manuel era consciente de que su esposa no lo veía como antes. El desamor es el padecimiento más silencioso y mortal para el corazón.
Mirarte así
—No puedo…
—¿Qué es lo que no puedes?
Manuel apartó la mirada, estaba en la habitación de Clara. Si daba ese beso, no se detendría. Ambos lo sabían.
—Mirarte así —contestó Manuel sin dar la cara—. Debo regresar a casa, lo siento, no debí hacer que esto crezca.
Clara se alejó unos pasos, mostrándole a Manuel el rocío que había invadido sus ojos.
—Puedes engañarte si quieres, pero sé lo que sentimos. Tienes miedo, lo entiendo. Pero si te vas ahora, no me volverás a ver.
—Es más complicado de lo que piensas…
—Cobarde. Y perdóname que te lo diga así de fría, pero ni siquiera es por los dos, es por ti, que prefieres seguir una vida al lado de una mujer que evidentemente ya no te ama. No tienes lo que se necesita para ser feliz.
Podía sentir su enojo, la impotencia dándole un color rojo a su rostro, irritando esos ojos cafés que tanto le gustaba. Manuel empezó a mirar los labios de Clara, se moría por besarla, pero no quería hacerle esto a Tatiana. La verdad, sin arreglos, ni matices, aún la amaba. Daría lo que fuera por volver a despertar con su esposa esa pasión que tanto los unía, pero se le había perdido la receta y no se la sabía de memoria.
—Perdón Clara. —Manuel la tomó de la mano, ella no puso resistencia. Le sonrió, respondiendo el gesto, pero con tristeza. Afrontó ese semblante que lo hacía volar, esa belleza que haría que la Reina Grimhilde se fijara en ella en vez de Blanca Nieves. Su cabello lacio oscuro, siempre olía a vainilla, le enamoraba su rostro redondo con hoyuelos en los cachetes, una piel suave, blanca, y una mirada de ojos grandes que lo congelaba, prácticamente obligándolo a realizar un “tirada de salvación” para no perder la cordura—. Me voy…podría mentirte, pero no lo mereces. Intentaré hacer que las cosas con Tatiana mejoren. Me gustas mucho, Clara, más de lo que siquiera podrías imaginar. Eres una mujer encantadora, no es justo para ti la indecisión que hay en mi cabeza. Lamento haberte ilusionado, pero no puedo seguir con esto. Y aunque me arrepienta algún día, debo irme.
El amor duele
Manuel llegó a casa desesperado, abriendo la puerta con fuerza. Todo el camino de regreso había conducido como un loco, atormentado por sus pensamientos. Pero al poner un pie dentro, su corazón sintió un poco de paz. Cada paso que daba hacia su habitación aclaraba sus pensamientos como si de un día de sol se tratase, brillando tan solo la protagonista real de ellos.
—¿Tatiana? ¿Amor? —llamó Manuel a su esposa al no verla en la habitación, había entrado con mucho entusiasmo, quería besarla, decirle que la amaba, que lo que más quería en el mundo era recuperar lo que tenían, pero no había nadie en casa.
Manuel recorrió todas las habitaciones más de una vez, llamó a Tatiana al celular, pero no obtuvo respuesta. Hasta que regresó a su cuarto y fijó su mirada en la cama. Había un sobre con su nombre. Podía reconocer la letra sin darle mucha vuelta, Tatiana le había dejado una carta. Tragó saliva, se le descompuso el cuerpo, acompañado de una sesión gélida de tristeza. Podía presentir lo que venía sin siquiera haber leído más. Se sentó en la cama, cerró los ojos por unos segundos para darse fuerza, cuando sintió que su corazón estaba listo para recibir el impacto, la comenzó a leer.
Hola Manuel…que boba que soy, quizá sea el peor inicio para escribirte esto, pero la verdad no tengo idea de cómo hacerlo, solo unas ganas incontrolables de partir, que he intentado frenar por mucho, pero ya se ha hecho imposible. Te amo y lo sabes, no tengo por qué regresar en el tiempo o enumerar lo que hemos vivido, porque estoy segura de que al igual que yo, esos recuerdos perduran, nos abrazan, y son los que nos han mantenidos juntos por años. ¿Acaso el amor es suficiente? Seguramente responderías que sí al instante, eres mucho más romántico que yo, debo admitirlo. Pero no es suficiente Manuel, amarte ya no hace que te mire a los ojos igual, con el tiempo fuiste apagando lo que más me enamoraba de ti, que eras consecuente a tus pasiones, a tus sueños. Te volviste esclavo de la rutina, del mal humor, de creer que todos tus días eran mierda y tenían que perdurar así. Te condenaste y te sentaste a gusto a esperar la guillotina. Yo creía en ti, y eso es lo que más me duele, que te hayas encargado de que te vea de esa manera también, a que me termine comprando de que nunca lograrías ser escritor, de que trabajarías por siempre en lo mismo para pagar las cuentas, y que de lo sueños no se viven. Y no sabes lo mucho que me dolía escucharte decir esas cosas, porque, aunque nunca me creíste, eres mi escritor favorito. Sé que este mensaje será duro para ti, es la primera vez que escribo una carta de este estilo, de desamor, y es tremendamente devastador. Para cuando leas esto, debo de estar fuera del país. Respeta mi decisión de silencio, no intentes buscarme por ahora. Seguramente volveremos a encontrarnos para hablar sobre temas legales, el divorcio, y un montón de cosas más, que serán una más incómoda que la otra. Tómate este tiempo para ti, en encontrarte, en volver a creer en ti mismo. Quiero enamorarme otra vez Manuel, pero no de ti…
Manuel no pudo terminar de leer la carta. La arrugó y la tiró a un lado. Quería llorar, pero no salían las lágrimas. Estaba en un estado damnificado, pero su cuerpo no encontraba la forma de expresarlo. ¿Debió besar a Clara? Inevitablemente se lo volvió a cuestionar. Era la primera vez que experimentaba esa sensación de vació, como si estuviese muerto y no se hubiera dado cuenta aún.
4 respuestas
Me encantó! Muy atenta a la siguiente historia!
Muchas gracias por tu comentario. Un abrazo.
Bello cuento, desamor, vacío, frustración, dolor de no saber donde duele si quedarte o en irte..
Gracias Sr Escritor
Hasta mañana
Expectacular!! Se envuelve la imaginación y la mente en el relato, de una manera que ya no puedes parar hasta que terminas.